Tosí … ¿ya me dio covid?
No sé si les ha pasado pero es muy frecuente en este que hoy escribe, que cuando toso o estornudo o me duele la cabeza el primer pensamiento que se me viene a la cabeza es ¡ya me infecté de covid!
Afortunadamente, al momento de escribir este texto (29 de enero) eso no ha pasado; sin embargo, he de confesar que es una constante en mi pensamiento desde aquel lejano ya marzo del 2020 en el que empezamos en casa a guardar la cuarentena, con una esperanza quincenal de que “esto pasará pronto”, misma esperanza que se ha diluido cada vez más y más. Entre más se ven las noticias mundiales de cómo el numero de infectados va creciendo, la angustia propia se va elevando de manera directamente proporcional.
¿Cuál es la razón de este suplicio mental constante? ¿Qué tanto en realidad esta angustia me afecta? Mentiría si les dijera que pensar en esto de enfermarme es placentero porque naturalmente ¡NO LO ES! Lo que sí sucede es que este pensar constante, este suplicio, tiene algunas ventajas. A esta ansiedad por posible enfermedad le puedo sacar provecho, porque este temor me ha servido para estar más pendiente de mí salud y mejorar mis hábitos. No para saber cuando estaré enfermo sino en un sentido de confirmación de mi no enfermedad. Tomar conciencia de mi salud es una forma de reaccionar ante el peligro mundial y real de contagiarme por el coronavirus. Esto no quiere decir que así me exentó del contagio, pero sí es una forma que me pone a salvo internamente, me previene y pone alerta, no sólo para no enfermarme sino también como una forma de salvaguardar la vida y la salud mental …
Ansiedad normal y neurótica. Joan Coderch. Psiquiatría dinámica. 2010.