Secuelas del maltrato infantil

14 de junio de 2024

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Todos las niñas, niños y adolescentes deben tener derecho a un lugar seguro en donde vivir y a la protección de cualquier tipo de daño contra su persona. Si bien es cierto que muchos cuentan con esta seguridad lo que les permite  madurar y adquirir herramientas cognitivas y emocionales para desenvolverse en la vida adulta, también es cierto que existen infinidad de ellos que sufren cotidianamente de experiencias adversas.

 Entendemos por experiencias adversas en la infancia a todos aquellos acontecimientos y circunstancias estresantes y traumáticas que ocurren en una persona antes de los 18 años de edad. Incluyen abuso físico, emocional y sexual, negligencia física o emocional y disfunciones del entorno tales como divorcios o separaciones conflictivas, abuso de sustancias y violencia intrafamiliar, migración, desastres naturales, eventos catastróficos, encarcelamiento, enfermedades mentales e intentos de suicidio de personas allegadas, bullying, amenazas e intimidación. 

El sistema nervioso del humano es extremadamente inmaduro al nacimiento ya el proceso maduración concluye aproximadamente entre los 18 y los 20 años; durante el mismo se van adquiriendo y perfeccionando habilidades motoras, sensitivas, del lenguaje, emocionales y del sistema de recompensa entre otras. La exposición a eventos adversos múltiples coloca al infante – adolescente en un estrés sostenido lo que sin duda provocará cambios en el sistema nervioso, en las funciones mentales y le colocará en riesgo de desarrollar trastornos mentales en la adultez. 

Dentro de estas alteraciones se encuentra la “fracturación de la mente” (disociación traumática) entendiéndola como una ruptura en la continuidad de una o varias funciones mentales, tales como memoria, emociones, pensamiento e imagen corporal. etc. Secundario a este fenómeno se produce un espectro de patología que va desde la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias, los trastornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia, etc), cutting, problemas en la personalidad, estrés postraumático, enfermedades psicosomáticas y personalidad múltiple (Trastorno de Identidad Disociativo).

Proteger a nuestros niños y adolescentes constituye una obligación personal, familiar y social. Es momento de que como adultos les miremos, escuchemos, cuidemos emocional y físicamente y sobre todo y ante todo, les ofrezcamos un lugar seguro con un vínculo sano que les protegerá el resto de sus vidas ante la adversidad. 

Por: Alejandro Luque Hernández

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